Ellaria Clegane, la legendaria reina inmortal del Mordus

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La reina del Mordus parece en Leyendas del Sol Negro en los libros del Retorno de la Estirpe, La Sombra del Mal (hata su muerte en el 2572 DE) a manos de los Estirpe Rosak. Aunque es mencionada en el resto de libros de la saga como referencia. En especial en Incursión Fantasma, donde se explican sus secretos en capítulo (Los secretos de Ellaria).

 

Ellaria Clegane, su legendaria reina inmortal. Había sido en el pasado una investigadora de la Sociedad Geográfica Interestelar que tras las primeras décadas de terraformación, detectó el nacimiento de una nueva mutación, una rara especie vegetal similar al musgo terrestre, pero con interesantes diferencias en su coloración de tonalidades azuladas. Tras tomar muestras y sintetizarlo, Ellaria Clegane creó las primeras versiones de la droga que más tarde pasaría a llamarse Maná.

Ellaria Clegane, descubrió las propiedades potenciadoras del Maná original experimentado con ella misma. Extendiendo su intelecto, su fuerza y su vida de una forma que ningún otro ser humano jamás había experimentado en toda la existencia de la especie. Mil quinientos años después, Ellaria Clegane, seguía viva y su secreto a salvo con ella. Aquel secreto que había sido codiciado durante siglos, tanto por señores Estirpe, como por los magnates y jefes de estados de todas las naciones humanas. Pero Ellaria Clegane no entregó nunca su secreto, ni tan siquiera a sus seguidores de la proto-secta, a los que entregó una variante adulterada de su fórmula original.

Las consecuencias del consumo del Maná adulterado, en la población de la secta original que se separó de la agrupación científica a la que pertenecían, provocó infertilidad y aunque alargaba la vida, y reducía el rechazo en el trasplante de órganos clonados. Lo que había provocado el alargamiento de la vida, pero no la inmortalidad de la que disfrutaba en exclusiva Ellaria Clegane.  Liderando la secta Mordus desde su Ciudadela de Kalaran desde la creación de su organización.

Durante siglos el Mordus no había parado de crecer y evolucionar, hasta crear una sociedad de castas, gobernada en su cúspide por los más devotos servidores de Ellaria Clegane. Los Maestros de Maná clonados, seleccionados por ella misma. Kalaran apenas contaba con población autóctona, y los siervos y miembros de la milicia Mordus, eran reclutados a lo largo de las pequeñas colonias controladas por esta potencia.

El Mordus siempre había oscilado en lealtades, preconizando una ideología radical derivada del pensamiento arrynista más tradicional en contra de la mete máquina, algo que les enfrentaba frecuentemente a poderosas corporaciones como los Tyrell o los Sandor, con los que rivalizaban a la hora de competir con sus maestros de maná en dar servicios profesionales a todas las naciones de la Esfera Humana. No importaba a quien debieran obediencia, ya fueran imperiales o de la alianza, incluso no alineados. Pagar los costes de la destilación del maná era caro y el Mordus no podía dejar de procesar. El maná debía fluir.

Ellaria Clegane era tan solo un recuerdo de la mujer alta y hermosa de largas greñas azabache que una vez fue. Ahora, la reina del Mordus, era más bien un fantasma, un ser esquelético y pálido que, aunque muy deteriorada, no reflejaba su verdadera edad milenaria.

A Ellaria Clegane le gustaba observar las idas y venidas de los cruceros estelares sobre las pistas circulares de aterrizaje que sobresalían de la muralla de su ciudad. Durante siglos y desde la torre más alta de la Ciudadela Mordus tenía esta costumbre. La torre estaba asentada en el centro de su ciudad circular, franqueada por colosales muros de piedra blanca en contraste con la espesura verde que la rodeaba.

Los siglos la habían transformado en un ser asexuado y antinatural. No era humana, pero tampoco era divina y a pesar de su extraordinaria longevidad, los embates del tiempo habían hecho estragos en ella. Tan solo unos pocos privilegiados tenían derecho a penetrar en sus aposentos y muy de vez en cuando, disfrutar de una charla con la reina. Aunque eso era realmente extraño. Entre tanto, el más absoluto y pavoroso silencio gobernaba aquellas estancias decoradas con estilo neoclásico, muy en la línea de los antiguos gobernantes aristócratas de la vieja Tierra.

No solo el cuerpo de la reina se había deteriorado. También su mente, actuando casi como la reina abeja de una colmena. Tan sólo preocupada por su supervivencia, con una obsesión demencial y asesina. Velando porque sus zánganos Mordus, obedientes y leales, la proveyeran de su sustento.

 

Los secretos de Ellaria; Arcanos y Maná (Spoiler)

Ellaria había conocido a Carl Gauss muchos siglos atrás, bajo el reinado del emperador Lazarus Naville, antes de la partida de Gauss a las fronteras exteriores del Exodus, más allá del sistema Estigia. Por entonces, Ellaria ya era muy vieja, pero aún se conservaba perfectamente, como una hermosa mujer de treinta años. Por entonces, Ellaria, usaba diferentes personalidades como tapadera, para moverse entre su incipiente secta del Mordus, y las fronteras imperiales. Pues por entonces, ya había descubierto muchos de los secretos del Maná, lo que le ayudaba a prolongar su vida, aunque con una perspectiva muy inferior a lo que realmente consiguió más tarde.

Gauss, sus tropas doradas, o los terroríficos droma, no eran más que un producto de aquella síntesis, de aquel parasitaje que la propia Ellaria había descubierto tantos siglos atrás y a consecuencia del cual, había tenido que salir huyendo y esconderse.

Aquellos a los que llamaban los Arcanos, eran mucho más que una inteligencia alienígena, eran los perros que cuidaban las cercas del ganado. Todo, desarrollado con maestría y precisión, todo ello en un círculo perfecto, en un uróboro eterno que se entretejía en el espacio-tiempo con una maestría que hasta para ella, se hacía ciertamente, difícil de comprender. El misterio del Sol Negro.

Ella, Ellaria, era una mujer incomprendida, la única barrera ante el caos que amenazaba con devorar a su especie. Por esta razón, cuando Ellaria decidió sacrificarse por todos y asumir aquella carga, fundar el Mordus con el único fin de preservar a la especie humana de sus verdugos. Optó por renunciar a todo lo que la definía como mujer y como humana. Las vidas de los niños, de sus sacrificados no eran nada comparados con la carga de ver perecer al conjunto de su especie. Gracias a este pensamiento, pudo soportar durante siglos, el peso de su propia culpa. El fin, justificaba los medios, se repetía así misma cada día, durante incontables siglos, hasta que finalmente su conciencia se disipó y enmudeció para siempre. Dejando tan solo a su objetivo, su obra… Una ínfima posibilidad de supervivencia para el género humano.

Ellaria estaba allí, en aquella expedición olvidada, enviada por el emperador Lazarus Naville tras las huellas de ciertos rumores. ¡Había miles de colonias humanas más allá del sistema Estigia! Habían ido llegando durante generaciones, huyendo de la civilización belicosa y ruin que se había gestado en el Exodus, de las nuevas imposiciones políticas y religiosas, pero no todas aquellas civilizaciones habían prosperado. Muchas se extinguieron con el paso de las décadas o de los siglos y desaparecieron para siempre, de una memoria colectiva inexistente. Otras, en cambio, sobrevivieron. Aunque estas fueron las menos y dentro de estas, muchas no tuvieron la suerte de prosperar, pues se encontraron con aquello que los aguardaba en la oscuridad.

Por eso, cuando Gauss, ante la inminencia del fin de su avanzada colonial, se expuso a la extinción. El descubrimiento de un nuevo tipo de animal arácnido y oscuro, en las oquedades lóbregas de un planeta gris y pedregoso, supuso un atisbo de esperanza. Quizás nutrientes para sus hambrientas huestes, quizás, una señal o una promesa de un nuevo genoma con infinitas posibilidades para su estudio… pero no, aquellos seres no estaban ahí para ser consumidos, como vulgares recursos. ¡No! Ellos eran realmente los granjeros.

Al principio la infiltración fue silenciosa y pausada, pero después se aceleró y fue imparable. Aquellos seres viscosos y desagradables eran inteligentes desde luego, mucho más que los humanos y con unas capacidades telepáticas innatas. Capaces de paralizar a un ser humano y usarlo como un traje en el que enfundarse… penetrando por sus orificios nasales y adueñándose de su cerebro y de sus capacidades motoras, hasta de su alma.

Ellaria, no fue una excepción, fue abducida e infiltrada, pero algo ocurrió, algo diferente al resto de sus compañeros humanos. La carga de Maná en su sangre, provocó el rechazo de aquellas criaturas, que tras unas horas luchando por el control de su cuerpo y su mente, debieron sucumbir y abandonarlo, para morir poco después. Algo totalmente inesperado… Gracias a lo que a Ellaria, le dio tiempo para tomar muestras y abandonar el campamento base, dejando atrás a Gauss y al resto de infectados… ¡El Maná había resultado ser un veneno para aquellas criaturas!

Claro que Gauss, había sobrevivido, pero aquello, no era realmente el general Carl Gauss, aunque sí podía acceder a sus recuerdos. Por supuesto, que podían clonar cuerpos humanos adultos, igual que el Mordus… pero lo que se transfería entre estos cuerpos no era una conciencia humana, sino la criatura parasitaria que controlaba al anfitrión. ¿Hasta qué punto había tenido que ver estas criaturas en la desaparición de los Exo? Es probable que nadie nunca pudiera contestar aquella pregunta.

La cuestión era ahora otra, ellos sabían que ella se había llevado algo que les pertenecía, sabían que ella tenía el secreto, y por tanto la buscaron. Durante siglos, a lo largo de los incontables sistemas y mundos exteriores. Sin sospechar, que Ellaria había regresado al Exodus con el firme propósito de preparar la última defensa humana ante el día terrible, del retorno de los infectados. El día de la cosecha. Ahora, ese día había llegado, pero ella aún no estaba preparada.

Ellaria lo había intentado, usando el genoma que había extraído de aquellas criaturas había alterado su propio código genético, mejorando sus fórmulas de Maná y adquiriendo poderes mentales únicos en el Exodus, pero todo aquello no había sido suficiente. No podía prolongar su vida mucho más.