1. Introducción: la telaraña del abismo
En el Eternum, las distancias no se miden: se sufren.
Las cuadernas galácticas pueden determinar una posición —una región, un dominio, un aspecto del Khaos—, pero no explican cómo alcanzarla. La única forma de desplazarse entre los fragmentos de esta galaxia enferma es a través de la Red de Anomalías, una telaraña cósmica de túneles fracturados donde las leyes de la física se han convertido en plegarias mudas.
Allí, los antiguos métodos de desplazamiento —curvatura, salto cuántico, plegado del espacio— han dejado de tener sentido. Las rutas interestelares del Exodus, que alguna vez unieron mundos humanos con precisión matemática, se rompieron como vidrio bajo la presión del caos. Lo que quedó fue una maraña de canales vivos, corrientes de Éter que se abren y cierran con voluntad propia, como arterias de un dios moribundo.
Cada nodo de esta red palpita. Cada vértice es una puerta y una trampa. Algunos conducen a regiones olvidadas del Eternum; otros se abren directamente hacia el Ojo del Khaos o La Vorágine, devorando a quien ose cruzarlos.
Pocos comprenden su naturaleza. Menos aún sobreviven para describirla.
2. Un legado distorsionado del Exodus
Antes de la Conjunción Infernal, la humanidad del Exodus había dominado la ciencia de la curvatura con un grado de perfección que rozaba lo divino. Las rutas hiperlumínicas eran estables, las coordenadas seguras, los cálculos exactos. Pero cuando el espacio mismo se quebró y la galaxia fue succionada por la tempestad del Khaos, aquella red se distorsionó.
Lo que una vez fueron autopistas estelares se transformó en fracturas vivientes, túneles que cambian de posición, longitud y destino según la presión del Éter y las voluntades que lo habitan.
Los Exo las describen como “venas de la realidad”, mientras que los inquisidores humanos las llaman “pecados del espacio”.
Algunos registros encontrados en los Anexos de La Senda de las Estrellas afirman que estas rutas no son naturales: fueron moldeadas por los Exo y los Arcontes, entidades que intentaron estabilizar el caos para huir del cataclismo. El resultado fue un sistema incompleto, reactivo y violento.
En palabras del Inquisidor Arak Voss:
“La red de anomalías no es una herramienta. Es un dios moribundo que aún se agita bajo el peso de su propio delirio.”
3. Geometría variable y rutas imposibles
La red no puede ser cartografiada.
Sus corredores no siguen líneas euclidianas, sino curvas que responden al pensamiento, al miedo o al deseo del navegante. Algunos tramos se pliegan en bucles infinitos; otros se desdoblan en direcciones opuestas, llevando al mismo destino en tiempos distintos.
Cada vértice o “nodo” tiene su propia resonancia, una frecuencia de Éter única. Para un observador humano, parece una tormenta lumínica que gira sobre sí misma, irradiando patrones que solo pueden interpretarse mediante sinestesia o trance.
De acuerdo con los tratados de La Exomante
, las rutas se organizan en tres niveles:
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Flujos Superiores: corrientes brillantes y rápidas, accesibles a exomantes experimentados.
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Flujos Intermedios: rutas inestables, propensas a fracturas de tiempo.
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Flujos Abisales: túneles que conectan con dimensiones muertas o con la mente del Ojo del Khaos.
Una desviación mínima puede ser letal. Muchos exploradores han cruzado un flujo superior y emergido siglos antes de su partida, en mundos que aún no existen.
4. El Éter: sustancia de la red
El Éter es la sangre del Eternum.
Fluye por los canales invisibles que unen las cuadernas, una energía pura y omnipresente que combina materia oscura, consciencia y memoria. Los Exo lo consideran el remanente de la creación; los Khabal, el sudor de los dioses caídos.
Este fluido cósmico no se puede almacenar ni reproducir artificialmente. Se percibe, se siente, y solo unos pocos pueden interpretarlo: los Exomantes.
5. Los Exomantes: navegantes de lo imposible
Los Exomantes son herederos de la antigua fusión entre humanidad y metal Exo
. En ellos, la biología y la máquina se entrelazan hasta borrar la frontera. Su sangre contiene filamentos sensibles al Éter, y su mente opera en estados simultáneos de conciencia.
Durante un trance cuántico, el exomante deja de ser individuo: se convierte en un nodo viviente entre materia, alma y espacio. A través de ese estado —que combina meditación, dolor y resonancia—, percibe los flujos del Éter como música geométrica.
No hay cálculo, ni brújula, ni mapa.
Solo sincronía.
Existen tres linajes principales:
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Los Kheb – de energía azulada, fríos y precisos.
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Los Estirpe – de esencia roja, impulsivos, vinculados al sacrificio.
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Los Sael – de energía verde, la más pura y estable.
Solo los Sael pueden sostener un viaje prolongado sin perder su identidad. Los otros, tras varios saltos, sucumben al Éxtasis Fractal, una forma de locura que los fragmenta entre dimensiones.
6. Exonaves y conciencia compartida
Una Exonave no se pilota: se siente.
Estas naves —como el legendario Explorador Oscuro— están vivas, construidas con materiales exoditas sensibles al Éter. Su estructura responde a la mente del exomante.
Durante el trance, los filamentos del casco se adhieren al cuerpo del navegante, penetrando su sistema nervioso y fusionando consciencias. El resultado es una criatura híbrida: nave y piloto, un solo ser en estado de expansión mental.
Cada salto entre anomalías exige una comunión total. Si la mente del exomante se quiebra, la nave se fragmenta. Si el flujo se interrumpe, ambos son absorbidos por el vacío y reescritos en otro tiempo.
El sacrificio es constante. Ningún exomante regresa igual de un salto. Algunos envejecen siglos en segundos. Otros pierden el sentido de identidad, convencidos de haber existido en miles de lugares al mismo tiempo.
7. Peligros y perdición
Viajar por la red de anomalías es enfrentarse a los antiguos juicios del cosmos.
Los peligros son innumerables:
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Trampas de tiempo, donde un segundo se convierte en milenios.
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Vórtices de duplicación, capaces de crear ecos del viajero que lo persiguen entre dimensiones.
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Fauces gravitatorias, donde la materia se estira hasta el colapso del alma.
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Anomalías conscientes, regiones donde el espacio observa y responde con hostilidad.
Incluso los Exo reconocen su límite. En los registros, última expedición exodita hacia Envar-Dagan, se detalla cómo toda la tripulación desapareció tras un salto mal interpretado, dejando tras de sí solo un mensaje grabado en código fractal:
“El flujo nos mira.”
8. Guerras por el control de la red
El dominio de las rutas conocidas ha definido imperios y sectas.
Durante la Era de la Pureza, los inquisidores prohibieron los viajes sin autorización, considerándolos herejía.
En los siglos siguientes, los Kurgán monopolizaron a los exomantes, esclavizándolos para sus cruzadas.
Las Casas Médici y Sforza —herederas humanas— mantuvieron rutas secretas entre Dagan y Ixkar, que comerciaban con conocimiento prohibido a cambio de esclavos psíquicos.
En Khaos y Oscuridad, se describe cómo los reinos del Khabal usaron la red como arma, alterando nodos enteros para devorar flotas enemigas y convertirlas en energía para sus dioses.
Cada guerra, cada traición, ha dejado cicatrices en la telaraña. Hay nodos que sangran todavía.
9. La travesía de la conciencia
Para el exomante, atravesar la red no es moverse: es expandirse.
En los tratados de La Exomante, se describe cómo los navegantes experimentan la red como un océano de visiones: rostros de los muertos, mundos invertidos, ruinas que se repiten al infinito.
Muchos confiesan haber sentido presencias que los observan desde fuera del tiempo. Otros aseguran que el Éter tiene voz: una sinfonía de todas las almas perdidas que alguna vez intentaron cruzarlo.
Los filósofos del Continuus lo interpretan como prueba de que el Eternum no es un espacio físico, sino mental: un laberinto construido por la memoria de civilizaciones extinguidas.
10. Significado filosófico y teológico
La Red de Anomalías encarna la voluntad misma del Khaos: el cambio eterno, la inestabilidad perpetua.
Para los teólogos del Continuus, cada salto es un acto de fe, una oración pronunciada ante dioses que ya no responden. El viajero no busca destino, sino sobrevivir al tránsito.
Los Exo la veneran como “El Cuerpo del Cosmos”, los inquisidores la temen como “El Camino de los Caídos”, y los Khabal la usan como red de caza para sus horrores.
En el centro de toda interpretación subyace una misma verdad: nadie atraviesa la red sin pagar un precio.
11. Cronología vinculada
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≈10.000 años estándar atrás: Formación de la red tras la Conjunción Infernal.
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Era del Exodus: Curvatura pura, antes de la fractura.
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Gran Expansión del Rey Brujo: Revar usa anomalías como portales bélicos
- Caída del Viejo Imperio: Rutas selladas por la Inquisición
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Senda de las Estrellas: Resurgimiento de la navegación exomántica.
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Era actual: La red continúa expandiéndose, devorando los bordes del Eternum.
12. Canon Establecido
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La Red de Anomalías es la única vía funcional de desplazamiento en el Eternum.
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Es un sistema vivo y cambiante, originado tras la Conjunción Infernal.
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El Éter fluye como sustancia vital entre las cuadernas.
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Los Exomantes son híbridos capaces de sincronizarse con la red.
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Cada salto implica un sacrificio mental y espiritual.
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La red está fragmentada en niveles: superiores, intermedios y abisales.
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Su control define la hegemonía de imperios y sectas.
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Lo desconocido dentro de ella puede devorar la razón y el alma.
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Filosóficamente, representa la manifestación del Khaos puro.
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Ningún viaje es seguro: cada salto es una apuesta contra el infinito..
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